Cuando me dijeron que leyera este libro, al comienzo
pensé si valía la pena o no, soy muy despectiva al elegir ciertas tramas o
tipos de lectura, por lo general escojo los que tengan palabras escondidas,
párrafos sin mucha explicación y sobre todo una buena historia que contar.
Al empezar a leer el libro, note que iba a hacer una lectura
lenta, con muchos detalles que quizás podrían llegar a aburrirme, y eso no fue
lo que pasó. Fue una historia muy bien contada, que a momentos desesperaba y no
terminaba por entender algunas cosas, en realidad resumir este libro se me hará
muy fácil, porque todo gira a entorno de Lulú, la protagonista de la historia.
Nunca había leído un libro tan lleno de erotismo, de sexo
explícito, de sexo puro y duro. Y confieso que me ha sorprendido mucho. Por la
intensidad, la fuerza, la sinceridad y la dureza con que están narradas estas
escenas pero, sobre todo, por todo lo que ha logrado transmitirme y hacerme
sentir. Lejos de escandalizarme ha conseguido atraparme y cautivarme desde la
primera hasta la última página. Y no sólo por el sexo.
La autora del libro Almudena Grandes logra con su primera
novela meternos en la piel de Lulú y hacernos experimentar, sufrir, sentir y,
en definitiva, vivir con ella todos esos sentimientos tan profundos, duros,
intensos y explosivos que la arrastran a lo largo de los años y de esas etapas
por las que va pasando, muchas veces sin ser casi consciente, sin haberlo decidido,
pedido o deseado antes.
Porque Lulú sólo quiere sentirse querida, protegida o
deseada. No importa cómo ni por quién. Ella sólo quiere seguir siendo esa niña,
esa adolescente, entrañable, inocente, tierno, vulnerable.
Por eso Pablo, el
amigo de su hermano Marcelo con el que descubrió el sexo cuando sólo era una
joven solitaria será siempre el hombre de su vida, el único que dé sentido a su
existencia. Porque Pablo sabe guiarla, protegerla y cuidarla.
Para Lulú Pablo y Marcelo son su única familia. Jamás se ha
sentido querida por sus padres. En su casa no puede competir con sus hermanos y
hermanas por el cariño de sus padres y por eso se siente sola, triste,
abandonada y desamparada. No tiene nada que pueda llamar suyo, sólo suyo. Ni la
ropa, ni el calzado. Ni siquiera una habitación. Lulú no encuentra jamás su
sitio. No sabe a dónde o a quién pertenece.
Pero la niña Lulú, la colegiala, poco a poco irá creciendo y
descubriendo nuevos placeres por ella misma, sin la ayuda de Pablo. Y así
conocerá el mundo de los transexuales, el de los homosexuales y el de la
prostitución. Y lo hará sola. Sin nadie. Porque al final comprende que, aunque
jamás podrá olvidar a Pablo, el padre de su hija, su primer y único amor, su
maestro, su guía, su cuerpo es sólo suyo.
Paso a paso Lulú se va introduciendo en ese túnel que le
encanta estar, cada vez experimenta más y piensa menos. Ya no sabe quién es,
cuál es su pasado, qué presente está viviendo o qué futuro le espera. Ya no le
importa su hija Inés, su hermano Marcelo y ni siquiera su ex pareja Pablo. Sólo
quiere sentir el placer del sexo. Pagando o cobrando. Eso tampoco importa.
Y poco a poco Lulú se aproxima peligrosamente a esa línea, a
esa frontera que cada vez es más cercana pero también más difusa y más frágil.
Una frontera que jamás pensó que cruzaría. Una frontera que le llevará al
límite del placer, pero también de la legalidad, de la moralidad y, sobre todo,
de su propia dignidad.
Porque Lulú ya no puede parar, ya no sabe cómo volver
atrás y cómo escapar de ese túnel que cada vez está más oscuro y del que ni
siquiera sabe si tiene o no salida. No sabe si Pablo o Marcelo podrán
encontrarla y rescatarla porque ni siquiera ella sabe dónde está.
Me ha gustado mucho el libro, aunque a veces se torna un
poco redundante, pero hay que admitir que es muy bueno y que debe de ser leído
por mayores de 18 años, hay relatos muy fuertes donde tu imaginación puede
volar sin rumbo alguno.
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